Por Johari Gautier Carmona | Diciembre 7, 2010 - 9:54 am - Publicado en Cultura

Johari Gautier Carmona. El camino de Santiago tiene un prestigio y reconocimiento internacional. No sólo atrae a peregrinos nacionales o vecinos en busca de una experiencia distinta o realizadora. Muchos de los que deciden emprender el reto vienen de países alejados e incluso de otros continentes.

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Como prueba, el último largometraje de Emilio Estevez, “The Way“, en el que un padre norteamericano decide terminar la empresa de su hijo muerto en pleno camino por culpa de una tormenta.

Un reto personal y un peregrinaje espiritual

Tom Avery, un oftalmólogo afincado en California, lleva años sin ver a su hijo cuando le anuncian su muerte. Nunca entendió sus ideas extravagantes, su deseo de abandonar los estudios en la reputada universidad de Berkeley y, menos todavía, su afán por viajar alrededor del mundo. El trágico evento le lleva al sur de Francia donde el joven iniciaba justamente el camino de Santiago y, después de reconocer el cadáver, decide acabar lo que el fallecido había emprendido. Es una decisión súbita que le lleva a conocer distintas personas: un holandés obsesionado con la idea de adelgazar porque su mujer no le deja dormir con ella en la cama, una canadiense que trata de olvidar una mala experiencia amorosa y un escritor irlandés afectado por la falta de inspiración.

Existen miles de motivos para emprender el camino de Santiago. Más que un simple viaje a pie o a bicicleta en el que se puede disfrutar de panoramas encantadores, se trata de un viaje interior y transformador. En esta idea insiste la película. El mismo Tom Avery, al principio arrogante y desdeñoso, acaba aceptando las dificultades por las que pasan sus compañeros, les ayuda a superarlas y, por fin, se reconcilia con la memoria de su hijo del cual esparce las cenizas en la punta más extrema del territorio gallego: Muxia.

Un viaje lleno de estereotipos y de buenos recuerdos

Grabada desde un punto de visto intimista y estereotipado, la película recrea la España de los tópicos más conocidos. En sus primeros pasos, el padre descubre la cuestión del nacionalismo vasco en un hospedaje atiborrado de extranjeros y, luego, viaja a la ciudad de Pamplona en la que Ernest Hemmingway corría con los toros. El espectáculo taurino es uno de los símbolos más mencionados en una película que también recoge el buen vivir y buen comer de los aldeanos. También llama la atención un encuentro con una comunidad gitana y su patriarca que, tras un malentendido, se reconcilian al son del flamenco, de las palmas y de los bailes arrebatados en frente de una fogata.

No hay edad para emprender el viaje pero sí muchas excusas para no hacerlo. El motivo religioso ya no es el único motor de un proyecto que puede ser la fuente de los más tiernos recuerdos. El reencuentro consigo mismo y el crecimiento interior pueden expresarse, como bien lo describe la película, independientemente del origen de la persona y sin la necesidad de una etiqueta religiosa porque, antes de todo: “el camino es un viaje personal“.


Este articulo fue publicado el 7 Diciembre 07Europe/Madrid 2010 a las 9:54 am y esta archivado en Cultura. Puedes suscribirte a los comentarios en el RSS 2.0 feed. Puedes escribir un comentario, o hacer trackback desde tu propia web.

1 Comentario

  1. Diciembre 8, 2010 @ 11:32 am


    He visto la pelí y me ha encantado. La recomiendo!

    Escrito por Mar

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