Por admin | Marzo 11, 2009 - 20:58 pm - Publicado en Cultura

Alfredo Sanzol

Alfredo Sanzol

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El gusto es el mito. Lost. O en el mito está el gusto, el atractivo, el placer. No voy a hablar de ninguna serie, pero sí me da que pensar el que un culebrón enganche, el que una historia de historias, esto es, en la definición de folletín más digna que cabe, te tenga en vilo. La construcción de los espacios míticos se basan en la matriz que persiste en el ser humano. Nos interesa la explicación del mundo, tenemos que saber lo que va a ocurrir; nos persigue la absoluta nece(si)dad de conocer, en todo momento, cómo será el momento siguiente. Sin riesgos no hay dolor; sin conocimiento, tampoco, habría dicho el dios borracho. Si no poseemos el conocimiento, nos lo inventamos, y de ahí surgen las construcciones míticas. Nos gusta porque nos es reconocible, y lo reconocemos porque lo hemos creado. En el fondo, se trata de la demostración más palpable de nuestra falta de imaginación real, paradoja mediante.

No, pero lo soy. El CDN siempre es una garantía, que abarca desde la corrección hasta la excelencia. Esta obra de Alfredo Sanzol se puede ubicar en la última categoría. Música, movimiento, y, entre las danzas ridículas, otro espectáculo, que también lo es: la vida. Una sucesión de pequeños instantes, de peleas en la pareja, de confesiones íntimas, de amor filial, de relaciones laborales, siempre cortante, siempre amargo, siempre apurando hasta el final el cáliz, redicho, de la amargura existencial. Después de una expresión tan grandilocuente, y hoy tan desposeída de significado, sí puede decirse que se trata de un texto estupendo, lleno de gracia y movimiento, de acuerdo con el acompañamiento musical que va intercalándose tras cada número. Después de Brecht, y con la lección bien aprendida, el cabaret se sustituye por lo castizo, que hoy sirve, como aquellos entremeses del XVII, para sacar una sonrisa de donde, en ocasiones, no existe.

Una breve taxonomía de la perversidad. Élisabeth Roudinesco, Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos, Anagrama. ¿Y si no se tratara de llamar la atención sobre lo extraño, lo doblado, lo invertido? ¿Y si la finalidad fuera igualarlo todo, conseguir que hasta lo monstruoso deviniese parafílico, es decir, sólo otro tipo? Adorno y Horkheimer ya avisaron de que con la nueva realidad lo que se había pretendido es eliminar la libertad, que la conquista de los derechos había provocado la anulación de los mismos, a través de la instauración de una forma de sociedad en la que lo común, lo que hoy llamaríamos globalizado, se habría tragado todo. La perversidad y lo perverso y aun lo pervertido. No son sólo hitos en el camino: Barba Azul, Sade, la bestialidad nazi. No se trata de saber qué se ha considerado qué, sino por qué, qué razones hay para ello, qué intereses (siempre) han existido para que lo diferente haya sido convertido en lo perseguible. Por qué en el XIX la bicha eran los niños masturbadores, los homosexuales y las histéricas, y por qué hoy lo son los pederastas y los terroristas. Merece la pena preguntarse cómo, en realidad, la resistencia de algunos sectores a aceptar la igualdad de todos ante la ley, es mucho más retrógrada y miserable de lo que a simple vista parece, ya que no sólo supone una discriminación inaceptable y ridícula, sino que también supone el deseo de mantener la existencia de una categoría, la de perverso, que encarcela, expulsa y elimina. Entretiene. En el mejor sentido de la palabra. En el único.

Die Fackel


Este articulo fue publicado el 11 Marzo 11Europe/Madrid 2009 a las 8:58 pm y esta archivado en Cultura. Puedes suscribirte a los comentarios en el RSS 2.0 feed. Puedes escribir un comentario, o hacer trackback desde tu propia web.

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