Eva Gil Peña. Ha salido el Sol y el cielo parece despejado, a esta hora de un año cualquiera, me levantaría con el nerviosismo propio que la ocasión se merece, pañuelo de hierbas anudado al cuello, planchado y guardado en un cajón junto con los pin de fiestas de años pasados.
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Ya en la calle se respira el ambiente, los puestos con gran cantidad de artículos de fiesta me atrapan, se va acercando la hora y se siente el caminar nervioso de la gente.
…..no se puede describir a fondo el sentimiento, hay que vivirlo ¡Viva Aranda!”.
Al lado del Ayuntamiento, agolpados frente a él, los jóvenes y no tan jóvenes cantan, bailan y vitorean a la vez que suena la música desde al balcón principal, ataviados con multitud de trapillos, mientras miles ¡qué digo miles! millones de burbujas saltan, se esparcen por todas partes y el tumulto comienza a tomar color.
Se acerca la hora, las serpentinas vuelan y se mezclan con mi pelo, entonces suena el himno tan preciado, querido y que identifica a esta villa “Salve Aranda, Joyel de la Ribera, Jardín que el Duero baña legendario…Cantemos a Aranda que avanza segura…” entonces, un disparo se abre paso hacia el cielo que da lugar a un ensordecedor cañonazo.