
Antonio Adeliño Vélez. Doña Ruperta Baraya Aréstegui, egregia dama arandina, perteneció a una familia acomodada de finales del siglo XIX. Nació en Aranda de Duero (Burgos) en 1851, murió en Fitero (Navarra) en 1928 con 77 años, y fue enterrada en la ciudad de Burgos. Diez años más tarde, sus restos se trasladaron a la capilla del hospital de los Santos Reyes Magos de Aranda de Duero, hoy iglesia de Santo Domingo.

Iglesia de Santo Domingo
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Su padre fue coronel de la guarnición que en aquellos años, el gobierno de la nación mantenía en Aranda de Duero, y aquí se crió nuestra ilustre dama y desarrolló una importantísima labor social entre las personas menos agraciadas de la población. Esta inquietud caritativa quedó patente en sus disposiciones testamentarias, pues legó todos sus bienes al Hospital de los Santos Reyes de Aranda. El legado comprendía varios inmuebles, entre los que se hallaba el edificio de tres plantas y sótano de la Plaza Mayor número 13, donde estuvieron ubicados los Juzgados y la primera Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía, y que hoy alberga varias dependencias municipales. También se incluyeron en la donación, varias joyas y 436.377 pesetas en metálico. Toda una fortuna para la época, pues el salario medio rondaba las 300 pesetas mensuales. (10 pts. diarias ó 6 cts. de euro).
La fundación del hospital de los Santos Reyes Magos, se remonta al siglo XVI, mediante una donación hecha el 4 de enero de 1530, antevíspera de la festividad de los Reyes Magos, por el obispo Pedro González Manso, de la diócesis de El Burgo de Osma, a la que perteneció Aranda hasta 1956. Aunque el proyecto se materializó en 1563, impulsado por el prelado sucesor, don Pedro Álvarez de Acosta, que financió con su patrimonio personal varias obras en Aranda, como el desaparecido convento de Sancti Spíritus frente al hospital; la cabecera de la ermita de la Virgen de las Viñas en el cerro de Costaján, o las aludidas obras de conclusión del hospital.