
Chef Jorge Romero. La primera comida del día, la considerada todavía por algunos como la más importante, ya no es lo que era. Las opciones más tradicionales en el desayuno, con alto contenido en azúcares y grasas, están dejando paso a elecciones más saludables, donde la fibra, la fruta fresca y el pan integral no faltan.

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El desayuno se ha convertido en la prueba del algodón para saber cuánto hemos aprendido de nutrición en los últimos años. Hasta no hace tanto, lo más típico consistía en un café con leche y siete u ocho galletas, cuando no acompañado de pan con mantequilla, mermelada e incluso de un tazón de leche con cereales azucarados. Sin embargo, poco a poco esta tendencia va cambiando cada vez más se tiende a elegir alimentos saludables (frescos, en la medida de lo posible) y que no suministren excesivas cantidades de sal, azúcar o grasas saturadas e hidrogenadas.
“Desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo” ya no es necesariamente la norma.
Por muy sana que sea la primera comida del día, hay que tener claro siempre que el desayuno no puede ser, en ningún caso, un comodín con el que compensar las posibles malas elecciones que se tomen durante el resto del día. Puede ser, si así lo deseamos, la comida más relevante, pero lo que cuenta al final es la suma total de nuestra ingesta. Lo verdaderamente importante es hacer una buena elección de alimentos.
Ante dicha falta de pruebas, conviene preguntarse si quizá dar tanta importancia al desayuno acabará por generar una sensación de invulnerabilidad que se traduzca en que la población persista, de forma inconsciente, en sus malos hábitos alimentarios.