Pedro Félix GarcÃa. Si presientes que podrá llover, coge el paraguas. Pero si además piensas aparcar tu coche en Aranda, cuÃdate mucho de dónde lo haces.

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Aranda de Duero se ha transformado en una población libre de tráfico rodado. El acceso al centro del casco urbano se encuentra totalmente prohibido a todo tipo de turismos particulares. Únicamente se permite el paso a los titulares de las pocas plazas de garaje existentes y -con limitación de horarios- lógicamente también a los vehÃculos de reparto.
Esto obliga a la inmensa mayorÃa de los conductores a tener que aparcar sus coches en las inmediaciones del núcleo central de la población, en plazas que se encuentran reguladas por una Ordenanza especial que obliga a tener que pagar por el tiempo durante el que se las ocupe en dÃas y horas laborables. Si bien el precio es ciertamente muy asequible -1,30 euros por dos horas-, la intranquilidad que genera la preocupación de poder sobrepasar el tiempo permitido si nuestras gestiones se alargan más de lo previsto, hacen que no pocos conductores prefieran dejar sus coches un poco más allá; fuera del perÃmetro regulado por la ‘ORA’.
Espacios cercanos y gratuitos, habilitados para aparcar sin limitación de horarios, afortunadamente, tampoco faltan en Aranda. Una zona muy usada es la que se encuentra hacia el oeste del Hospital; nos referimos naturalmente al Hospital ‘viejo’; vamos a llamarle asÃ, aunque el tema de Hospital ‘nuevo’ aún está muy verde.
Pues bien, se deja el coche en los alrededores del Hospital ‘viejo’, se cruza luego a pié el puente sobre el Duero, y ya está uno en el centro de Aranda.
En los alrededores del Hospital de los Santos Reyes hay habilitadas plazas de aparcamiento en muy buenas condiciones, pero a veces se llenan, y hay que recurrir entonces a utilizar otras que no están tan en buenas condiciones y, lo peor es que éstas, disimulan muy bien esa particularidad del muy mal estado en que en ciertas circunstancias se encuentran.
En concreto, la campa o solar adyacente al edificio ubicado en la bifurcación existente entre las vÃas urbanas que conducen a la estación de autobuses por la derecha y a la del ferrocarril -llamada del Montecillo- por la izquierda, acoge cada dÃa a un buen número de vehÃculos aparcados pero, en la parte contigua al alto y único edificio allà situado, esconde una sorpresiva y traicionera trampa en cuanto caen cuatro gotas.
Vas allà cuando no ha llovido, dejas tu coche, y te marchas a realizar las gestiones que necesitas. Hasta ahà todo bien.
Pero, si mientras se pone a llover, ¡Ay entonces!…
Cuando vuelves a recoger tu coche, lo encuentras en medio de un gran charco que te hace imposible recuperarlo; a menos que te descalces y estés dispuesto a arriesgarte a pisar sobre un suelo que no ves y en el que, cuando menos, aguardan duras y cortantes piedrecillas a tus pies empapados y heladitos.
Quienes son asiduos del lugar ya se lo saben, y nunca dejan allà su vehÃculo. Pero cae en la trampa quien sólo acude esporádicamente allà a aparcar y no conoce el problema.
¿Solución? Lo mejor -nada caro- serÃa rellenar con cascajo y piedra molida esa zona del solar. Asà no se producirÃa el charcazo cuando llueve y, además, el edificio contiguo lo agradecerÃa mucho porque se le evitarÃan esas humedades.
Mientras tanto sugiero que doña Raquel bien podrÃa ordenar a don Máximo -como alcaldesa y responsable de circulación rodada respectivamente- colocar a la entrada del solar una señal con la leyenda: ‘Aparcamiento inundable’.
Este articulo fue publicado el 12 Abril 12Europe/Madrid 2018 a las 6:53 am y esta archivado en Opinión. Puedes suscribirte a los comentarios en el RSS 2.0 feed. Puedes escribir un comentario, o hacer trackback desde tu propia web.