Por Redacción | Agosto 14, 2025 - 9:24 am - Publicado en Cultura, Gente nuestra

Redacción. La Ribera del Duero no solo se distingue por sus viñedos y su vino. También tiene un lenguaje propio, lleno de giros, palabras y expresiones que cuentan nuestra historia. Aquí no hablamos: aquí se conversa con sabor a tierra, uva y bodega.

Si te dicen que tienes que aviarte, no es que vayas a hacer las maletas, sino que te vistas. Y si en la faena te llaman abanto, espabila: significa torpe o aturdido. Cuando hay que medir ingredientes, aquí usamos la almuenza, que es la porción que cabe en dos manos juntas.

Si alguien menciona la badana, no es que vaya a hablar de cuero para zapatos, sino del cuero cosido en la boina para ajustarla mejor y evitar que se manche de sudor. Y cuidado con que te digan “¡menuda cochiquera!”: tu casa está hecha un desastre.

El chiscón es ese rincón oscuro como un desván, aunque también se ha usado para referirse a la cárcel. Un guripa es un guardia o un soldado (y también un mote). Y la tanguilla, todavía practicada por mayores en Aranda, es un juego tradicional parecido a los bolos.

En flora y fauna, aquí el tasugo es el tejón, la picaza la urraca, y un golondrino no vuela: es un grano en la axila. La zorrera es la humareda que se forma al cocinar, los chínfanos son mosquitos, y el quitameriendas es una flor morada de final de verano.

En Caleruega crece el zapatito del niño Jesús, que en Zazuar llaman zapatitos de la Virgen. El pimpirigallo son amapolas, y el meaperros, encontrado en Castrillo de la Vega, es una planta parecida a la hierbabuena.

En el día a día, se pregunta “¿Qué te has echado hoy al cinto?” para saber qué has comido. El lechuguino es un pan redondo, que en Roa llaman panete, y en Peñafiel hay que probar la coscoja, otro pan típico. Si llevas comida preparada, la metes en talega, fardel o alforjas.

Una lasca es una loncha (de jamón, por ejemplo), y los tortos de uva son un manjar que demuestra que aquí de la uva se aprovecha todo. “A mayores” se usa para decir que se consigue algo más.

En los pueblos, un “¿Tú de quién eres?” no es una amenaza, sino la forma de situarte en el mapa familiar. Si alguien te suelta “Recóñale chiquito, ¡cómo has medrao!”, es que te ha visto crecer. Y si la tarde está agradable, se comenta “Se ha queda’o buena tarde” como quien habla del tiempo en el ascensor. “Esa mosca para tu macho” es un reto: hazlo tú si te atreves.

El refranero local incluye joyas como “Más viejo que la orilla del Duero” para alguien muy mayor, “Verdes las han segao” o “Voilas, tío Roque” para decir que ya no hay remedio, y “Cruzar el río a patón” para animarte a arremangarte.

En el mundo del vino, un garullo (o garillo) es una pequeña hoz para vendimiar, un bocoy es una cuba de 30 a 50 cántaras, y beber a cacarela es hacerlo a chorro sin tocar la bota o el porrón con los labios. La acigüembre es la uva verde sin madurar, estar pujao, embadurnao o cogerte la eléctrica es beber más de la cuenta, y el marrano es un madero del lagar.

La lagareta es un lagar pequeño, el líneo es la hilera de vides, y el ringorrango es el caminar en zigzag tras abusar del vino. El turrumbón (o cabañón) es la parte superior de la entrada a una bodega subterránea. “No t’esbarcies” es el aviso para que no te despistes, y estar eslomao es quedar agotado… aunque a veces también por vendimiar. Y el ojo gallo es un vino más oscuro que el clarete.

Así es como hablamos aquí, en una tierra donde las palabras se transmiten como un buen vino: con paciencia, con historia y con sabor.


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