Por Redacción | Septiembre 22, 2025 - 9:19 am - Publicado en Cultura

Lidia Gutiérrez. Todos tenemos un propósito en la vida (o eso creemos) al final el destino nos concederá lo que siempre tuvo que ser aunque nosotros no lo veamos en ciertos momentos por deseos o sensaciones. Lo que sí sabemos, es que tenemos que continuar con lo que nos depara la vida y en ese camino encontramos tipos de personas, de proyectos, de ideas… pero hay un elemento en común: la luz y la oscuridad.

Vivimos con la idea (y así es) de que nada es extremo, de que existe la escala de grises. Que no todo es oscuro, que no todo es claro… todo realmente debería de tener su equilibrio. Las personas por muy increíble que parezca a pesar de las diferencias y similitudes que tenemos entre todos, la mayor divergencia es que o somos luz o somos oscuridad. A veces tenemos un instinto con el que acertamos, no sabemos de dónde proviene, pero ahí esta esa voz interior que te habla. Podremos fallar por nuestros sentimientos, pero por la llamada “intuición”, nunca.

Todo se puede incluso remontar a décadas atrás de por qué somos de una forma u otra, pero aunque la ciencia y la humanidad es totalmente necesaria, yo prefiero acercarme al lado más emocional y espiritual. Los datos y la razón son indispensables, pero lo emocional es lo que nos hace ser humanos o debería… No sé si porque la vida es complicada, por los traumas que hemos podido vivir, por las sensaciones que nos invaden… pero todo tristemente se va perdiendo.

Esa inocencia o pureza que existía antes a pesar de ser adultos y de vivir momentos crueles, que con nada haciendo énfasis en la palabra, con NADA eran felices. Sacaban a una familia adelante, vivían con lo que sabían que podía caberles en las manos, no más allá; incluso idealizaban la vida porque eso antes era plenitud. Y si retrocedemos aún más en el tiempo con unas condiciones inferiores, muchas personas vivían de tal manera hasta lograr su cometido, que casi siempre era sobrevivir al día a día.

Todo se pierde y cada día lo vemos pasar más y más rápido delante de nuestros ojos y no hacemos nada… No luchamos por lo importante, solo enredamos todo cada vez más en un círculo sin salida con situaciones banales que no son primordiales. Antes los detalles pequeños eran los más grandes: un ramo de flores, una invitación, un abrazo, una mirada… eso es lo importante, el apoyo. Simplemente ESTAR porque las palabras se las lleva el viento, pero los gestos son los que perduran, esa es la mayor alianza y promesa que existe.

¿Dónde se quedan esos pequeños momentos en los que te sientas a tomarte una copa de vino mientras lees un libro, o aprecias simplemente el cielo cómo cambia sus colores a medida que pasan los minutos? Eso es lo importante, eso es lo que nos hace ser únicos, valorar lo aparentemente ínfimo es lo que nos hace inmensos.

La luz y la oscuridad es la guerra continua… parece una batalla sin salida y lo peor, es que no hay retorno. Hay gente oscura que los domina la maldad, la envidia y al final, aunque no lo parece, acaban como son ellos mismos. En cambio, las personas de luz… esas personas son las que dan la vida, las que iluminan cada rincón, las que con solo una mirada pueden crear un foco de energía. Aún así, necesitamos ambos tipos de personas, por aprendizaje. Tenemos que aprender tanto de lo que nos hace fuertes como de lo que nos hace felices. La vida es así, una lucha continua; una pelea que a veces creamos y otras veces nos enfrentamos, pero al final ese es el propósito: luchar, continuar, parar por necesidad, luchar, continuar y VIVIR. Al fin y al cabo, todo se resume en eso.

La vida es más fácil cuando te centras en ti, en las personas que cultivan tu rincón como algo sagrado, cuando tu mente y tu corazón se alinean de tal forma que, aunque todo sea complicado todo acaba saliendo. El equilibrio… lo más difícil de conseguir, pero no imposible. Tampoco deberíamos de pensar en lograrlo, solo ir avanzando cada día un poco más para llegar a nuestra meta.

Dicen que la luna continúa brillando a pesar de estar sola, deberíamos de tomar esa frase como una lección de vida. Incluso la luna a veces sonríe, otras se completa y otras se solapa con el sol… son las fases, nuestras fases; pero ella persiste y aunque es el astro nocturno por excelencia, no está tan sola… también tiene el apoyo de las estrellas y así forman una comunidad de la cual es imposible apartar la mirada. Así deberíamos de ser. Brillar nosotros mismos sin borrar la luz de nadie, seguir nuestro camino con la vista fija aunque a veces es aceptable apartarla y sobre todo, jamás dejar que nadie apague tu luz.

Sin luz no seríamos nada, sin oscuridad no seríamos nada… sin cada pequeña mota que forma todo, no seríamos nada… Pero seremos más en cuanto comprendamos que la vida es eso y que lo más trascendental es ser uno mismo aunque en muchos momentos tengamos que utilizar nuestra máscara más reluciente.

Al final la vida es como el mar… hay días que el oleaje es fuerte y valiente, otros es tranquila y en calma. Incluso a veces la rabia se hace presente y llega a chocar contra el malecón, otros arrastra con rencor todo lo que encuentra a su paso y otros las suelta. E incluso a veces llora y eso pica y arde, pero tras liberarlo vuelve a su posición y sigue fluyendo… Y con todo lo que la forma, el agua sigue siendo pura y cristalina; sutil y valiente; melancólica y decidida; sosegada y arriesgada… Desde luego deberíamos de vivir así y de aprender más de ella…


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