Por admin | Noviembre 26, 2009 - 7:09 am - Publicado en Cultura

Die Fackel. Claudio Tolcachir es director y escritor de teatro. Roberto Bolaño fue novelista, escritor, apasionado de las palabras, necesitado.

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Del primero se está representando en Madrid Tercer cuerpo, con su compañía bonaerense, que sigue la estela de La omisión de la familia Coleman. Del segundo se están reeditando algunas de sus novelas, quién sabe si por placer o por el gusto de vender. Tanto da. Una de ellas es Una novelita lumpen.


Todos buscamos que nos acerquen al cariño. Parece que la única necesidad de la que somos conscientes es la del contacto, la del roce, la de la tenue caricia. Pero no somos capaces de pedirla, ni, en realidad, de tomarla. Los cinco personajes de Tolcachir buscan, ruegan, se arrastran y se humillan por conseguir algo tan sencillo como que les devuelvan un poco de aquello que creen estar dando. Por supuesto, no es así. El proceso no es unidireccional, y lo que uno cree de buena voluntad, el otro lo percibe como la negación de su ser, la imposición de un comportamiento. ¿Cómo lo hacen, los otros? Preguntan.

La narradora de Bolaño es una joven, huérfana, inconsciente, deseosa, aunque no sabe aún de qué. Vive en un mundo perpetuamente iluminado, en el que el dolor por la pérdida ha construido unas relaciones en las que no hay posibilidad de sufrir, puesto que no hay riesgo. En el momento en el que ella percibe que puede, debe y, sobre todo, quiere, aun cuando sea por parte de una especie de monstruo encerrado, todo cambia, la noche se convierte en noche, el día en día y el mundo que la rodea acaba teniendo dimensiones.

Ambos autores hablan, en el fondo, de lo mismo. Y es que, quizá, no hay más temas, no hay más posibilidades. En la ficción y en la realidad, el personaje no puede dejar de desear. En el mejor de los casos, se desean emociones. En el peor, cuerpos. El paso de una perspectiva a la otra es lo que consigue que desarrollemos lo que de más humano existe en nosotros.

Pocos personajes, pocos espacios, pocas palabras, y, las más de las veces, repetidas. Parecería que con la letanía algo queda. Sin embargo, lo que permanece es la sonrisa amarga, la media ironía a salvo entre el sarcasmo y el cinismo, la emoción traspapelada en la banalidad. Y el arte, el texto, la representación, la imaginación de la palabra que dibuja un paisaje jamás expresado, siempre intuido.

Tercer cuerpo, en el Español. La omisión de la familia Coleman, en gira. Una novelita lumpen, publicada en Anagrama.

Die Fackel


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