Por Antonio Adeliño Vélez | Abril 29, 2024 - 6:44 am - Publicado en Cultura

Obra artística que repruce el documento otorgado por la reina Isabel I de Castilla, confirmando los privilegios exenciones y libertades que tenía aranda en 1473

Obra artística que repruce el documento otorgado por la reina Isabel I de Castilla, confirmando los privilegios exenciones y libertades que tenía aranda en 1473

Antonio Adeliño Vélez. El 23 de abril, celebramos la fiesta de Castilla y León, establecida como tal en la ley 3/1986 de 17 de abril, en conmemoración de la histórica batalla de 1.521 en Villalar (Valladolid) donde las tropas reales, reunidas por Carlos I de España y V de Alemania, derrotaron a las huestes comuneras castellanas.

Ejecución de los Comuneros Padilla, Bravo y Maldonado. Obra de Antonio Gisbert

Ejecución de los Comuneros Padilla, Bravo y Maldonado. Obra de Antonio Gisbert

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La versión más difundida en los últimos años, que dimana del romanticismo del siglo XIX y del nacimiento de los nacionalismos, afirma que la revuelta comunera fue una lucha por las libertades del pueblo, frente al poder absoluto del nuevo rey. Es verdad que algo de esto hubo, pero el pueblo llano no pintaba nada en la sociedad de principio del siglo XVI y fue más bien un conflicto de intereses entre las élites dominantes. Así qué a grandes rasgos, porque la historia tiene muchos matices, voy a relatar una versión más o menos aproximada de lo que pudo suceder en aquel tiempo.

La sociedad de 1.521 se estructuraba en tres estamentos: La nobleza, poseedora de grandes propiedades donde trabajaban siervos y vasallos. La Iglesia, con obispados y monasterios que también habían acaparado muchas propiedades; y la burguesía que vivía en las villas y ciudades, y estaba integrada por artesanos, comerciantes, y por la baja nobleza que al no tener tierras que le permitieran vivir de las rentas, ocupaban puestos administrativos o dirigían negocios.

La revuelta en principio fue casi general y estuvieron implicados todos los estamentos. El rey Carlos I, hijo de Juana I de Castilla (Juana La Loca) y nieto de los Reyes Católicos, quería cambiar la estructura del estado, y se negaba a confirmar los fueros medievales, privilegios, exenciones y libertades de villas y ciudades del reino; y además estableció una recaudación de impuestos general para sufragar sus disputas en Alemania e Italia. A esta última medida se opusieron todos: Nobles, eclesiásticos y burgueses; pero con el devenir de los acontecimientos, sólo quedarán frente a las tropas reales, las huestes de los concejos de villas y ciudades capitaneados por las élites burguesas. También resistieron hasta el final en la causa comunera, algunos nobles y prelados, pero fueron muy escasos.

Los que más perdían en la nueva reforma administrativa era la burguesía, pues se les negaba sus fueros particulares y sus exenciones tributarias, con lo que se resentían sus negocios y carecían de influencia política, al no formar parte de los consejos del reino, desde donde se influía en el gobierno general del país. Los otros estamentos poseedores de tierras, aunque mermaban sus ingresos por las nuevas medidas fiscales, no perdían económicamente tanto porque no se discutía la propiedad de las tierras, pero la nobleza quedó neutralizada políticamente frente a la monarquía absolutista, qué como premio de consolación, la fue incorporando poco a poco, en los consejos del reino. Esta pérdida de poder frente a la aristocracia emergente, debió de parecerles muy grave a los perjudicados, pues los que permanecieron en la revuelta, estuvieron dispuestos a perder los negocios, las propiedades y la vida.

La algarada revolucionaria terminó convirtiéndose en una guerra civil, pues el rey no trajo tropas extranjeras, y aquí se enfrentaron casas nobiliarias emparentadas, congregaciones religiosas como dominicos y franciscanos que apoyaban a realista y comuneros respectivamente, y los vecinos de villas y ciudades que tomaron partido por uno u otro bando, ya fuera abiertamente o de forma encubierta. Como en toda guerra civil, las hostilidades no terminaron con la batalla de Villalar el 23 de abril de 1.521, porque las consecuencias de aquellos hechos duraron largo tiempo en villas y ciudades, como veremos en el caso de Aranda de Duero.

El 1 de noviembre de 1522, cuando ya estaba pacificado o sometido todo el territorio, el rey Carlos I decretó un perdón general, por el que se amnistiaba a los participantes en la revolución comunera, salvo para 293 personas que fueron excluidas por considerar su participación excepcionalmente grave. En Aranda de Duero fueron exceptuados 15 vecinos, lo que indica el arraigo que tuvo el movimiento comunero en la villa arandina, dado que en ciudades como Valladolid fueron excluidos del perdón real 18 vecinos, en Zamora 14 y en Burgos 1. Los exceptuados fueron sentenciados a incautación de bienes; pero además hubo en la villa otros 30 vecinos condenados a destierro de Aranda, lo que suponía mal vender sus pertenencias e instalarse en otra ciudad donde generalmente no eran bien recibidos. En total fueron castigados por rebeldes 45 vecinos de Aranda de Duero, aunque el listado inicial afectaba a 75.

A los exceptuados del perdón real, se les confiscaban todos sus bienes que pasaban a ser administrados por el municipio hasta que se les daba el destino final. Ni que decir tiene que estas propiedades cayeron en manos de los partidarios realistas qué, por compensación de pérdidas de guerra o por subasta, pasaron a engrosar sus patrimonios.

Precisamente la medida de incautación de bienes a los vencidos, común en los usos y costumbres de la época, y la disposición del monarca de garantizar a sus partidarios el pago completo de las pérdidas de la guerra, aun en caso de concordia con los rebeldes, inclinó la participación de la nobleza castellana en favor del rey, aunque inicialmente, mostraron simpatía por el movimiento comunero.

Concluyo afirmando que todas las guerras son desastrosas, porque se pierden vidas humanas y se hunde la economía del país; pero las guerras civiles son mucho más lacerantes, porque el odio contra el vecino permanece larvado por generaciones, y los recelos no terminan nunca de disiparse. Y por desgracia, nunca falta un “tonto” interesado en revolver el avispero.

(Para mayor información sobre los comuneros arandinos, consultar el artículo de Máximo López Villaboa, titulado: Los exceptuados del perdón real de 1522, publicado en el Diario de Burgos el 21 de abril de 2024)


Este articulo fue publicado el 29 Abril 29Europe/Madrid 2024 a las 6:44 am y esta archivado en Cultura. Puedes suscribirte a los comentarios en el RSS 2.0 feed. Puedes escribir un comentario, o hacer trackback desde tu propia web.

2 Comentarios

  1. Abril 29, 2024 @ 3:42 pm


    Sobran las dos últimas líneas del último párrafo.

    Escrito por Manuel
  2. Abril 29, 2024 @ 11:05 pm


    Si ignoramos la historia, estamos condenados a repetirla. Y esconder la cabeza como el avestruz, nunca ha resuelto los problemas. Si no defendemos la verdad, otro te impondrá la suya. Son frases hechas, pero me temo que tienen razón. Así que, no sobra nada; ya me gustaría que sobraran.

    Escrito por Antonio

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