
Antonio Adeliño Vélez. Recientemente hemos asistido a una polémica entre ecologistas y administración regional por no estar adaptada la normativa que regula la actividad cinegética en Castilla y León, a los principios de protección recogidos en la directiva 2009/147/CE del Parlamento Europeo relativa a la conservación de aves silvestres. Irregularidad que ha solventado con la reciente publicación del Decreto 65/2011 de 23 de noviembre, (BOCYL 227).

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Sin ánimo de sumarnos a la discusión, procede reflexionar sobre una actividad que es tan antigua como el hombre. Indudablemente queda lejos en el tiempo, las épocas en que la caza era un medio más de subsistencia, y el único en algunas sociedades primitivas.
Hoy la caza se entiende y practica como una actividad deportiva que genera importantes beneficios económicos en el sector y en las poblaciones que tienen establecidos cotos en sus términos municipales; y dado que después del fútbol, es el deporte con más federados (430.000) y que el 90% del territorio regional esta catalogado como zona cinegética (8,6 millones de hectáreas), es facil hacerse una idea de la importancia de esta actividad.

El aprovechamiento cinegético es un recurso muy significativo para el mundo rural, pues el arrendamiento de los cotos, aporta cuantiosos ingresos a las arcas municipales; especialmente en los pueblos pequeños, donde esta aportación constituye el 75% de su presupuesto. Por tanto, compete a todos, y no solo a la sociedades de cazadores, el cuidado del medio natural para favorecer un equilibrado desarrollo y una gestión inteligente de la caza en nuestros campos.
El hombre, como especie racional del medio natural, tiene la obligación de conservar y favorecer el desarrollo de la caza, protegiendo el hábitat de las especies de caza más expuestas a la acción humana o a las variaciones del clima; presionando sobre la abundancia de predadores, y erradicando el furtivismo.
La gestión inteligente de la caza, está en contra de una presión salvaje sobre las especies silvestres y de un conservadurismo a ultranza. El abuso conllevaría la desaparición de un recurso valioso; y la prohibición de cazar, favorecería el furtivismo, aumentaría el número de accidentes de circulación, acarrearía daños cuantiosos a los cultivos, propiciaría la proliferación de depredadores, y supondría un quebranto para las arcas municipales.
Este articulo fue publicado el 21 Diciembre 21UTC 2011 a las 7:48 am y esta archivado en Es Noticia. Puedes suscribirte a los comentarios en el RSS 2.0 feed. Puedes escribir un comentario, o hacer trackback desde tu propia web.
Atte. Oscar Hdez.
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