Por Lidia Gutierrez | 30 Abril, 2025 a las 9:18 - Escrito en Cultura

Lidia Gutiérrez. Caminaba mientras se oían los crujidos de la madera con las pisadas de mis botas altas, mis manos permanecían dentro de los bolsillos de mi parca para poder resguardarme del viento fresco que se origina cada vez que me acerco a la orilla. Iba con la cabeza agachada intentando que mi boca y nariz se taparan con el cuello alto del abrigo y así evitar el enrojecimiento por el frío de mis mejillas y la punta de mi nariz. Cuando iba a llegar al fondo de la pasarela de madera para observar el mar, una figura desconocida yacía sentado con las piernas colgando y entre sus manos sujetaba lo que parecía una caña de pescar. Era un hombre anciano que llevaba ropa verde oscura y un gorro de lana. Susurré un pequeño “hola” mientras continuaba hasta el final del puente de madera e inspiraba y expiraba el viento fresco varias veces para así relajarme y acompañar el vaivén en calma del mar.

Me dejé llevar por el sonido sosegado del mar, las pequeñas ráfagas de aire, el sol comenzando a hacer su aparición y con ello, me comencé a sentir mareado; no podía apenas mantenerme en pie, no sé si tal vez pudiera ser del cansancio, del sueño o tal vez de la energía que se estaba brotando en el firmamento; pero mis ganas de vomitar se hicieron palpables y cuando me senté en la orilla cerrando los ojos para intentar tranquilizarme, una mano comenzó a acariciar mi espalda con afecto. No tuve que abrir los ojos para percibir el perfume de aquel anciano hombre que intentaba -o eso creía- pescar algún pececillo.

-Mírame- aquella voz gruesa pero tierna. En ningún momento había hablado hasta este mismo instante, y con ello, como una especie de orden, me entregué a su edicto. Pude observar unos ojos color avellana que me miraban preocupados y comprensivamente; su rostro era bastante joven para su edad, sin apenas alguna perceptible arruga más que en la frente y sus ojos. Aparté la mirada cuando algunas lágrimas comenzaron a asomar por mis ojos y volví a escuchar su mandato cuando giré la cabeza de nuevo para ver de nuevo sus pupilas intentando descifrar el enigma que me quemaba por dentro.

-Mírame y piensa en tus miedos- con un poco de duda y pena, estuve mirándole con plena confianza mientras mi cabeza era un terremoto de pensamiento y sentimientos guiados por sus pequeños luceros. Comencé a llorar más fuerte y con una pequeña sonrisa apaciguadora, el hombre me abrazó de forma fuerte y solemne.

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Redacción. El próximo 9 de agosto, el pequeño municipio soriano de Arenillas volverá a latir con fuerza gracias a una nueva edición del Boina Fest, el primer festival contra la despoblación de la España vaciada. Esta 11ª edición promete ser muy especial, manteniendo el espíritu combativo que ha convertido a este evento en todo un referente cultural y social en el medio rural.

Desde sus inicios, el Boina Fest no ha dejado de crecer. Diez ediciones han consolidado una propuesta única: dar voz al talento artístico que florece en los rincones más despoblados del país, donde la cultura también resiste. Este año, la convocatoria ha batido récords, con 249 artistas inscritos procedentes de municipios con menos de 8 habitantes por kilómetro cuadrado, distribuidos en 16 provincias del interior peninsular.

De todos ellos, tres bandas han sido seleccionadas para actuar en Arenillas:

  • MemoCracia (punk rock) representará a Burgos, con raíces en Santibáñez del Val y Santa María del Campo.
  • Vosotras Veréis (punk pop), llevará el nombre de Soria por bandera, con integrantes de Almazán y la capital.
  • La Jaula, con su sonido mestizo, llegará desde San Martín de Boniches, representando a Cuenca.

Además, como en cada edición, el festival abrirá también sus puertas a artistas de otros territorios para completar un cartel que se anunciará en los próximos meses, con propuestas musicales que no suelen tener cabida en circuitos rurales como el soriano.

Con algo más de 40 habitantes, Arenillas lleva más de cuatro décadas luchando contra el olvido. En pleno epicentro de la “zona cero” de la despoblación, este pueblo ha sabido plantar cara al éxodo rural con medidas concretas: 7 viviendas de alquiler social, una asociación cultural comprometida y el respaldo de un ayuntamiento que no se rinde. El resultado: en los últimos 10 años han nacido 8 niños, triplicando la tasa de natalidad de la provincia. Y pronto llegará uno más.

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Redacción. El próximo 3 de mayo, la Plaza de Toros de Roa volverá a transformarse en el corazón palpitante del vino con la segunda edición de Vinotopía, el Festival Raudense del Vino. Tras el gran éxito del año pasado, esta cita vuelve con más fuerza para consolidarse como un evento imprescindible en el calendario enoturístico de la Ribera del Duero.

Organizado por la Asociación de Peñas de Roa, con la colaboración de 27 bodegas de la Ribera del Duero, la Denominación de Origen Ribera del Duero y el Ayuntamiento de Roa, Vinotopía celebra y pone en valor la cultura del vino como eje vertebrador de la región.

El festival, que se desarrollará de 13:30 a 20:00 horas, apuesta por acercar el mundo del vino a todos los públicos de una forma atractiva, accesible y festiva. Roa, considerada la cuna de la Ribera del Duero, reafirma así su papel protagonista en la difusión de su tradición vitivinícola y su riqueza enológica.

El espacio contará con una amplia zona de stands en los que los asistentes podrán conversar directamente con enólogos y bodegueros, conocer los vinos de primera mano y degustar nuevas referencias. Además, la zona de cata permitirá disfrutar de los vinos más representativos de las bodegas participantes.

Música, pinchos y ambiente festivo

Vinotopía no solo es vino. La música en directo acompañará toda la jornada, creando una atmósfera vibrante. El grupo Buskers 21 traerá versiones acústicas de grandes clásicos del rock español, mientras que Originalia pondrá el toque indie con su repertorio fresco y alternativo. Y para que el ritmo no decaiga, un DJ mantendrá la energía con una cuidada selección musical durante todo el día.

La gastronomía local también tendrá un papel destacado, con una selección de pinchos y tapas pensadas para maridar a la perfección con los vinos del festival. Una propuesta que convierte a Vinotopía en una verdadera experiencia para los sentidos.

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