Por Chef Valpin | Agosto 8, 2011 - 7:30 am - Publicado en Viña y fogón

La Dieta Mediterránea, una panacea comercial

La Dieta Mediterránea, una panacea comercial

Chef Valpin para ArandaHOY.com. Es difícil poner origen, sentido, definición y hasta consecuencias a éste “difícilmente emulsionable” reclamo comercial, pero ahí está blandido como paradigma de la Gastronomía Patria. Un “totum revolutum”, un - literalmente - insostenible cajón de sastre, que responde al difuso nombre de Treta, perdón… Dieta Mediterránea.

treta1 La Treta Mediterránea


Puede que no sea la Wikipedia, precisamente, la quintaesencia del saber humano, pero sí es una muestra viva y palpable de cómo piensa, opina y define la Sociedad actual.

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Recurriendo a ella encontramos una primera y elocuente definición de la tan cacareada dieta: “Se conoce como dieta mediterránea al modo de alimentarse basado en una idealización de algunos patrones dietéticos de los países mediterráneos“. La primera en la frente. ¿Idealización?, pues sí querido lector…. empezamos a deducir que no es oro todo lo que reluce (ni siquiera el pretendido oro líquido es tal). Ó dicho de otro modo, dicha dieta, planteada en sus habituales términos comerciales, ofrece el mismo grado de fidelidad como “patrón dietético” que las portadas de Interviu como “patrón estético“.

Culto a la caloría y culto al cuerpo.

Use ambos patrones como panegírico y plántese en cualquier playa de nuestro litoral. Comprobará que ni las omnipresentes lorzas y michelines del respetable tienen mínima correspondencia con las venus y efebos del papel couché… ni los presuntos manjares servidos a pie de playa, muestran - siquiera - remoto parecido con el decálogo más esencial de la treta, perdón otra vez… ¿dieta? mediterránea. Lo más inquietante es que entre ambos desencuentros (carnal y culinario) hay una muy siniestra interrelación. Y todo, a escasos metros de ése Mare Nostrum que da nombre y linaje a la tan manida dieta. Paradójico.

Prosigamos. Eludimos la ráfaga de incongruencias históricas puestas, inocentemente, de manifiesto por la Wikipedia hasta caer derribados por la enésima - pero ya mortal - puya definitiva (y definitoria): “Esta dieta, tal cual se planteó, nunca ha sido consumida tradicionalmente en ningún país mediterráneo“, entonces…. ¿qué le estamos vendiendo al mundo?. Pues humo, pero humo de barbacoa y longaniza. Eso sí; según parece resulta  bastante suculento… en el más amplio de los sentidos.

Sólo reseñar que el aceite de oliva, la piedra angular y “oro líquido” de los anuncios, enrosca a nuestro sufrido organismo la nada despreciable cantidad de 900 Kcal por 100 gramos. Y lo malo es que lo empleamos diariamente para freir, sazonar, emulsionar, untar, lubricar, confitar, saltear y aderezar, aún cuando hay aceites de menor precio (y pedigrí) que harían lo mismo, infinitamente mejor y fustigando mucho menos a nuestro particular caos arterial.

Un patrón alimentario ya obsoleto.

La explicación de todo ésto es sencilla. La idealizada verbena de grasas, lípidos, hidratos de carbono y más grasas, tuvo su razón de ser en aquella España que ganaba el pan (sensu estricto) con el sudor de su frente. Que labraba tierras a golpe de azada, rasuraba con las manos desnudas los amarillos mares de mi Tierra de Pan ó izaba con un apretar de dientes las nasas llenas de pescado que, por cierto, esquilmamos sistemáticamente también en nombre de “La Dieta” (así, con mayúsculas). Insostenible sí, pero exportable.

Poco que ver con ése reposar en despachos, vagar en pos del parquímetro ó transitar (con parada y fonda en la churrería) enfundados en un  chándal. Pura lógica: la misma dieta no puede ser buena ni idónea para tan distintos tipos de actividad. Negarlo es obviar décadas de avance dietético y científico, por muy lucrativo que sea vender todo lo contrario al consumidor.

Así que, querido lector, ni engañe… ni se engañe: raro es el adulto español de más de 50 años que no convive diariamente con desaguisados en su torrente sanguíneo relacionados con el colesterol, triglicéridos, transaminasas y demás. Y no, no le echen la culpa ni a la edad, ni a los precocinados (que esos llegaron hace dos días, como quien dice) ni a los pesares de la postguerra, que ésa ya - afortunadamente - nos queda bastante lejos.

Agradézcaselo a la dieta, a ése mismo régimen alimenticio que intentamos exportar y colar hasta en Estados Unidos, y éso que, los pobres, ya bastante tienen con lo suyo… como para aficionarles a éstos nuevos agajasos hipercalóricos.

El Chef Valpin es Jefe de Cocina, Técnico en Enología e Historiador.


Este articulo fue publicado el 8 Agosto 08Europe/Madrid 2011 a las 7:30 am y esta archivado en Viña y fogón. Puedes suscribirte a los comentarios en el RSS 2.0 feed. Puedes escribir un comentario, o hacer trackback desde tu propia web.

2 Comentarios

  1. Agosto 9, 2011 @ 9:25 am


    No me resisto a incluir otra “perla” del erudito Chef:

    “Agradézcaselo a la dieta, a ése mismo régimen alimenticio que intentamos exportar y colar hasta en Estados Unidos, y éso que, los pobres, ya bastante tienen con lo suyo… como para aficionarles a éstos nuevos agajasos hipercalóricos.”

    El “historiador” no sabe, por lo que se ve, que fueron los americanos (Dr. Ancel Keys) quienes descubrieron y estudiaron este patrón dietético (décadas 60 y 70), lo bautizaron en 1993 (Oldways, Harvard School of Public Health y the World Health Organization) como “mediterranean diet”, y lo exportaron a todo el mundo, España incluida.

    No lo pone la wikipedia…

    Escrito por Alberto
  2. Agosto 9, 2011 @ 2:33 pm


    Estimado Alberto, en primer lugar agradecer cortesmente tu comentario y también el trabajo del Sr. Keys que mencionas.

    Lamentablemente, el Sr Keys, basó su estudio en la dieta de Creta de los años 50, un patrón alimentario directamente condicionado por la escasez y el racionamiento propios de una Europa de postguerra.

    Al confrontar ésta dieta (totalmente circunstancial) con los hábitos alimentarios de la sociedad de EE.UU. en aquella época, el Sr. Keys llegó a creer que había encontrado una panacea, y como tal la prodigó a los cuatro vientos (el ganar una guerra da carta blanca quizás, para demasiadas cosas…).

    Sin embargo, poco tiene que ver el paradigma del Sr. Keys con los hábitos alimentarios generales europeos. Y mucho menos con la manida “dieta meditarránea”. Permítame recordarle que si no es por el Sr. Banderas, los norteamericanos seguirían considerando a nuestro exquisito jamón de pata negra como una simple momia porcina.

    Luego de dieta mediterránea… más allá del marchamo publicitario, poco sabe ésta gente.

    Un último consejo, déjese llevar por la cocina asiática tradicional y la centroeuropea… y realice sus frituras - por ejemplo - con aceite de cacahuete. Su elevado punto de ruptura molecular le permitirá explorar universos culinarios que el aceite de oliva no llega ni a atisbar.

    Otro día hablaremos de los aceites… que ésa es otra.

    Un saludo y gracias de nuevo!.

    Chef Valpin

    Escrito por ChefValpin

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