Por Antonio Adeliño Vélez | Octubre 11, 2019 - 8:05 am - Publicado en Cultura

Antonio Adeliño Vélez. El día 12 de octubre de los últimos años, hemos publicado en esta revista un artículo relacionado con la Guardia Civil para unirnos a los actos de celebración de la patrona de esta corporación policial en la festividad de Nuestra Señora del Pilar y día nacional de España.

Don Francisco Javier Girón y Ezpeleta

Don Francisco Javier Girón y Ezpeleta

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Este año también lo haremos, pero como ya publicamos en junio un artículo sobre la Guardia Civil en Aranda de Duero al conmemorarse el 175º aniversario de la fundación del cuerpo armado; aprovecharemos la ocasión para compartir con nuestros lectores una anécdota real, contada por Natalio Rivas y recogida por Francisco Aguado en su libro: “El duque de Ahumada fundador de la Guardia Civil”.

Don Francisco Javier Girón y Ezpeleta, II duque de Ahumada, era de carácter inflexible, recto hasta la exageración, idealista y perfeccionista; cualidades bien conocidas en los ámbitos castrenses y sociales que frecuentaba. Pero la gravedad, corrección y porte severo del duque, contrastaba con las cualidades de pillo, pícaro y desvergonzado sin malicia que concurrían en la persona del mayor de sus retoños, Pedro Agustín Girón y Aragón conocido como Periquín.

A los once años de Periquín, todavía sus padres no habían conseguido encauzarle por la senda de la corrección y el decoro, y el niño se despachaba a gusto con pifias infantiles y vocablos procaces y desvergonzados que oía a las criadas en la calle y a los soldados en los cuarteles. Tal sagacidad y picardía dejaba en evidencia a sus padres y les acarreaba no pocos disgustos. La osadía del mozalbete llegaba a tal punto, que la frase: “Cosas del chico de Ahumada” se hizo familiar entre la nobleza madrileña y llegó a oídos de la reina Isabel II.

Al conocer la soberana el defecto o picardía del muchacho y la contrariedad que producía en sus padres, quiso conocer personalmente el inimitable gracejo y la inconsciencia sin malicia de las palabras del jovenzuelo. Isabel II, insinuó a sus allegados que trajeran al niño a su presencia, pero nadie osaba trasmitir a sus padres tal proposición, porque todos sabían que las ocurrencias del niño, traían de cabeza a sus progenitores. Como la reina no conseguía su objetivo, decidió prescindir de intermediarios y al presentarse en palacio el duque de Ahumada para agradecer su ascenso a Teniente General, le dijo la soberana:

«-Ahumada, me han contado que tienes un hijo muy guapo y despierto, y que acostumbrado a tratar con la servidumbre, habla de forma graciosa y lo que en personas mayores no está permitido escuchar, dichas por él, resultan divertidas; por lo que deseo conocerle».

El duque de Ahumada comprendió que se hallaba en un callejón sin salida, e intentó disculparse de la mejor manera que pudo; pero ante la insistencia de la reina, previno a su majestad para que considerara que el muchacho no tenía edad de ser responsable y que había que disculpar su feo vicio.

Cruz Laureada de San Fernando

Cruz Laureada de San Fernando

Señalado el día de la audiencia real, la madre vistió a Periquín con sus mejores ropas, y el padre le advirtió que si delante de la reina pronunciaba alguna de sus gracias habituales, le impondría un severo arresto y que su madre se encargaría de calentarle el trasero con la zapatilla. El muchacho juró y perjuró que se comportaría como sus padres deseaban, pues conocía mejor que nadie, que en cuestión de castigos, sus padres cumplían la palabra.

A la hora convenida, la reina Isabel II acompañada de su marido el duque de Cádiz don Francisco de Asís, recibieron con simpatía a Periquín y a su padre. El chico les produjo una impresión magnífica y la reina comenzó con él, un cariñoso diálogo. El muchacho antes de contestar miraba de reojo a su padre que clavaba en él su mirada inquisidora. Todo transcurrió con la debida corrección y la reina se sintió vencida y dio por concluida la audiencia con el consiguiente alivio del duque de Ahumada. Pero cuando ya en pie, se disponía a despedirles, a don Francisco de Asís que no había hablado en toda la audiencia, se le ocurrió preguntar:

«-Dime niño ¿Cómo te llamas?».

Al escuchar aquella voz aflautada y, según los historiadores, amanerada del consorte de la reina; el muchacho no pudo contenerse y como si hubiera sido aguijoneado por el mismo diablo, dijo espontáneamente:

«-Joder papá, qué voz de marica tiene este tío».

Al duque de Ahumada se le congeló la sangre y perdió el color del rostro; pero la reina, satisfecha al fin, rompió a reír con sonoras carcajadas y llenó de besos el rostro del niño. Periquín no sentía las caricias de la reina, pues ya le estaba doliendo en el alma el arresto que le impondría su padre, cosa que le hacía sufrir muchísimo más que los azotes que le propinaría su buena madre.

Nuestro personaje corrigió su mal hábito, ingresó en el ejército y fue un gran militar. Consiguió siendo Capitán de Caballería la Cruz Laureada de San Fernando, la más preciada de las condecoraciones que se concede por actos heroicos, y alcanzó el empleo de Teniente General.


Este articulo fue publicado el 11 Octubre 11Europe/Madrid 2019 a las 8:05 am y esta archivado en Cultura. Puedes suscribirte a los comentarios en el RSS 2.0 feed. Puedes escribir un comentario, o hacer trackback desde tu propia web.

3 Comentarios

  1. Octubre 11, 2019 @ 9:13 am


    Joder con Periquín, si que era espontaneo y despierto. Y buen militar, ¡que carajo!
    ¡Feliz día nacional de España a todos! y felicidades a la Guardia Civil.

    Escrito por Fermín
  2. Octubre 11, 2019 @ 1:38 pm


    :-) :-) :-) :-) Grandísimo artículo y enorme la ilustración. Mi más sincera enhorabuena (una vez más a ambos).

    Por último… y parafraseando a Carlos Herrera: “¡Que viva la Guardia Civil y, a ser posible… que viva cerca!”.

    Escrito por Javi
  3. Octubre 11, 2022 @ 12:46 am


    [...] la Cartilla y el Reglamento que contienen normas éticas y morales, promulgadas por su fundador don Francisco Javier Girón y Ezpeleta, II Duque de Ahumada. La devoción y el cariño hacia la santa Madre de Dios, se mantiene viva [...]

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